sábado, 26 de septiembre de 2009

TERESA SALGUEIRO

http://www.youtube.com/watch?v=I8kr2tPv1L8&feature=player_embedded

http://www.teresasalgueiro.pt/

Poema del marido de Teresa Salgueiro y traducción de google

Incluso cuando no se ve, esto es lo que pienso: eres tan bella.
Queria-to dizer, mas não consigo: há coisas que não sei dizer. Que quería decir, pero no puede: hay cosas que no puedo decir.
Penso nelas e vejo-as muito claramente, mas não consigo dizê-las. Pienso en ellos y verlos muy claramente, pero no puedo decirlas.
A beleza tornou-te inaudita. La belleza compuesto sin precedentes.
Sorrio. Sonreír.
Olho para a estrada mas a pensar em ti. Miro a la carretera, pero pensando en ti.
O meu silêncio nomeia devagarinho a tua beleza. Mi silencio se nombra poco a poco su belleza.
Invoco-te de uma forma delicada. Te llamo en una manera suave. Invoco cada detalhe, cada Rezo cada detalle, cada
pormenor. detalle. Mas é da beleza por inteiro que o meu silêncio se ocupa. Pero la belleza es totalmente mi silencio es que se trate.
Silêncio e beleza e pensamento, ocupam-se por inteiro. El silencio y la belleza y el pensamiento, la mente por completo.
Preenchem-se. Se rellenan.

Mesmo calado, penso em ti e consigo verte. Incluso tranquilo, pienso en ti y puede arrojar.
Apesar de olhar para a frente, é para dentro que eu vejo. Mientras mira hacia adelante, es en lo que veo.
Poderias ficar infinitamente assim: tu. Podría ser infinitamente: tu.
Até que um dia o esquecimento seja mais forte, eu vejo-te. Hasta que un día el olvido es más fuerte, que te veo.
Os olhos, os lábios, a boca, a testa, o nariz, as mãos, o cabelo, o pescoço, a pele. Los ojos, labios, boca, frente, nariz, manos, cabello, el cuello, la piel.
Tu. Tu.
Tu com o teu sorriso. Con su sonrisa.
Até mesmo esse ar sério que fazes quando não olhas para mim. Incluso esta cara seria cuando no me miran.
A maneira como fumas ou como olhas para a frente La forma en que el humo o cómo se mire hacia adelante
enquanto avançamos pela estrada. mientras se mueve en la carretera. Tu. Tu. Eu. Nós. I. Nodos
O mesmo instante. El mismo instante.

A juventude é o chão sob os teus pés. La juventud es el suelo bajo sus pies. E eu sempre a pensar Y yo siempre pienso
até quando não digo nada: és tão bonita. incluso cuando no digo nada: eres tan bella.
Mesmo quando não acontece nada. Incluso cuando no pasa nada.
Até quando já não penso em ti. Incluso cuando ya no pensar en ti.
Mesmo quando não te vejo, é nisto que penso: és tão bonita.
Queria-to dizer, mas não consigo: há coisas que não sei dizer.
Penso nelas e vejo-as muito claramente, mas não consigo dizê-las.
A beleza tornou-te inaudita.
Sorrio.
Olho para a estrada mas a pensar em ti.
O meu silêncio nomeia devagarinho a tua beleza.
Invoco-te de uma forma delicada. Invoco cada detalhe, cada
pormenor. Mas é da beleza por inteiro que o meu silêncio se ocupa.
Silêncio e beleza e pensamento, ocupam-se por inteiro.
Preenchem-se.

Mesmo calado, penso em ti e consigo verte.
Apesar de olhar para a frente, é para dentro que eu vejo.
Poderias ficar infinitamente assim: tu.
Até que um dia o esquecimento seja mais forte, eu vejo-te.
Os olhos, os lábios, a boca, a testa, o nariz, as mãos, o cabelo, o pescoço, a pele.
Tu.
Tu com o teu sorriso.
Até mesmo esse ar sério que fazes quando não olhas para mim.
A maneira como fumas ou como olhas para a frente
enquanto avançamos pela estrada. Tu. Eu. Nós.
O mesmo instante.

A juventude é o chão sob os teus pés. E eu sempre a pensar
até quando não digo nada: és tão bonita.
Mesmo quando não acontece nada.
Até quando já não penso em ti.




Rui Machado

Los rimaqué



Siete son los maestros
de todo lo que yo sé
¿qué, quién, cómo, cuándo, dónde
por qué y para qué?

¿Mi a jajam? (Quién es el sabio?
A Iodea lishol El que sabe preguntar)

Pirkei Abot, Talmud de Babilonia


1

¿Estará el fuego escondido
bien adentro de los troncos
hasta que las chispas llegan
y lo despiertan de pronto?

¿O vendrá desde muy lejos
dando rápidas zancadas
para comerse a los leños
con sus lenguas afiladas?

2

Se ponen las nubes
redondas y negras
de la tierra sube
olor a tormenta.

Un fuerte estallido
y volamos los dos:
hermanos mellizos
relámpago y yo.

Si juntos salimos
a andar por el mundo
¿por qué llego yo
siempre segundo?

3

¿Adónde se van las sombras
de los árboles altivos
cuando el cielo al fin acalla
el color y sus chillidos?

¿Adónde van las estrellas
espantadas, sin su brillo?
¿huyen junto a las lechuzas
los ladrones y los grillos?

4

En todas las cosas
yo dejo mi brillo
rojo, blanco, verde
azul o amarillo.

Apenas me acerco
las cosas se asombran
y hasta el más pequeño
proyecta su sombra.

Me voy arrimando
y las sombras se mecen
se estiran, se achican,
vibran, se estremecen.

Pero ni bien
sus caras alumbro
¿por qué, encandiladas,
se van de este mundo?

5

¿Por qué en medio de la cara
sólo yo me he vuelto rara?

Yo era chiquitita
más chiquita que un botón
pero un día de repente
pegué fuerte un estirón.

¡Ay que cuerpo desparejo
me gritaron los espejos!

¿Cuál ha sido la patraña
que me ha vuelto tan extraña?


Ruth Kaufman es maestra y licenciada en Letras. Trabajó en talleres de escritura con niños y en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Ha publicado: "La ciudad de los magos" (Kapelusz, 1984), "Nada de luz, ni siquiera velas" (Quipu, 1992) y, en coautoría con el ilustrador Diego Bianchi, "Los leones no comen banana" (Alfaguara, 1999) y "Muy lejos de la tierra" (Alfaguara, en prensa). También escribió varios libros de lectura, de los cuales su preferido es "Aventuras con adivinanzas" (Buenos Aires, Edicial); la investigación que realizó para escribir ese libro fue en gran parte el germen de "Los rimaqué

La Nieve Está En Mi Corazón... de Julio Llamazares



La nieve está en mi corazón como el silencio en las habitaciones de los balnearios: densa y profunda, indestructible.

La nieve está en mi corazón como la hiedra de la muerte en las habitaciones donde nacimos.

Y el tiempo huye de mí con un crujido dulce de zarzales.

Nieva implacablemente sobre los páramos de mi memoria. Es ya noche entre los blancos cercados.

Cuando amanezca, será ya siempre invierno.

Anoche los niños no durmieron

Anoche los niños no durmieron. Habían encerrado un montón de cigarras en la cajita de los lápices y las cigarras cantaban bajo sus almohadas una canción que los niños conocían desde siempre, pero que olvidaban al despuntar el día.
Ranas doradas, sentadas en la punta de sus patitas y sin ver sus sombras en las aguas, semejaban pequeñas esculturas de la soledad y el sosiego.
En ese momento la luna tropezó con los chopos y cayó en la espesa hierba.
Hubo un gran susurro entre las hojas.
Corrieron los niños, tomaron con sus manos regordetas la luna y toda la noche jugaron en el campo.
Ahora sus manos son doradas, sus pies dorados y en lugar de huellas dejan lunas pequeñitas sobre la tierra húmeda.
Pero afortunadamente, los adultos que saben mucho no ven demasiado.
Sólo las madres sospecharon algo.
Por eso los niños esconden sus doradas manitas en los bolsillos vacíos, para que su mamá no los regañe por haber jugado en secreto toda la noche con la luna.

(Yannis Ritsos)

martes, 8 de septiembre de 2009

Aprendí bien pronto a conocer mejor esta flor. Siempre había habido en el planeta del principito flores muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban. Aparecían entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían. Pero aquella había germinado un día de una semilla llegada de quién sabe dónde, y el principito había vigilado cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva especie de Baobab. Pero el arbusto cesó pronto de crecer y comenzó a echar su flor.

El principito observó el crecimiento de un enorme capullo y tenía le convencimiento de que habría de salir de allí una aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar su belleza al abrigo de su envoltura verde. Elegía con cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su belleza.

¡Ah, era muy coqueta aquella flor! Su misteriosa preparación duraba días y días. Hasta que una mañana, precisamente al salir el sol se mostró espléndida.

Hasta que una mañana, precisamente al salir el sol se mostró espléndida.

La flor, que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando:

-¡Ah, perdóname… apenas acabo de despertarme… estoy toda despeinada…!

El principito no pudo contener su admiración:

-¡Qué hermosa eres!

-¿Verdad? -respondió dulcemente la flor-. He nacido al mismo tiempo que el sol.

El principito advirtió que no era demasiado modesta, pero ¡era tan conmovedora!

-Me parece que ya es hora de desayunar - añadió la flor -; si tuvieras la bondad de pensar un poco en mí...

Y el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar una regadera la roció abundantemente con agua fresca.

Y el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar una regadera la roció abundantemente con agua fresca.

Y así, ella lo había atormentado con su vanidad un poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, dijo al principito:

-¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!

-No hay tigres en mi planeta -observó el principito- y, además, los tigres no comen hierba.

-Yo nos soy una hierba -respondió dulcemente la flor.

-Perdóname...

-No temo a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire. ¿No tendrás un biombo?

"Miedo a las corrientes de aire no es una suerte para una planta" -pensó el principito-. "Esta flor es demasiado complicada…"

-Por la noche me cubrirás con un fanal… hace mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de donde yo vengo…

La flor se interrumpió; había llegado allí en forma de semilla y no era posible que conociera otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender inventando un mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces para atraerse la simpatía del principito.

-¿Y el biombo?

-Iba a buscarlo, pero como no dejabas de hablarme…

Insistió en su tos para darle al menos remordimientos.

"¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras.

De esta manera el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, había llegado a dudar de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia y se sentía desgraciado.

"Yo no debía hacerle caso -me confesó un día el principito- nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso… Aquella historia de garra y tigres que tanto me molestó, hubiera debido enternecerme".

Y me contó todavía:

"¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡Me perfumaba y me iluminaba la vida. No debi haber huído jamás! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla".