domingo, 9 de octubre de 2011

MAÑANA, LA INTEMPERIE

XV PREMIO DE POESÍA “MANUEL ALCÁNTARA”
Poema Ganador
Título: MAÑANA, LA INTEMPERIE
Lema: Anquises
“hagan los que ahora mandan lo que quieran,
más que matarnos no podrá la muerte”
(E. Cabañero)
“vendrá la muerte y tendrá tus ojos”
(C. Pavese)
Por si no amaneciera
Mañana, que la casa
no parezca vacía;
que todo continúe como al borde
de no suceder; no olvides
llenar las copas, como si el vino fuese
una última forma de esperanza.
Y ahí, sobre el mantel, recién partido,
deja también el pan
para que haya un olor a espigas altas
o para que parezca
que hay cosas que aún podrían compartirse sin prisa.
Deja algún libro abierto en cualquier sitio,
Como si fueras a volver muy pronto;
que parezca que todo se ha quedado esperándote.
Que no note la muerte cuando llegue
que en esta casa ya
no vive nadie. Deja
abierta una ventana para que salgan todas
las sombras que vivieron
contigo y para que entre

el ruido de la calle,
el ruido ajeno de la vida;
y trata
de dejar descorridos los visillos
para que así mañana (si amanece),
cuando entre la luz, te reconozca.
Que en tu muerte no haya
Esa misma intemperie que hubo siembre en tu vida.
Guarda en algún espejo
tu mirada y un poco de esa lumbre
que ya no habrá en tus ojos
mañana; y guarda dentro de un cuaderno
el ascua viva de tu tacto. Deja
encendida una vela, o al menos una lámpara,
por si acaso la noche
durara demasiado.
Deja regado un tiesto junto a ti
Porque tal vez conviene
que, cuando ella se acerque, haya en la casa
algo que esté creciendo todavía.
Que al abrir los armarios,
siga todo en su sitio,
que siga intacto el tiempo y el perfume;
que tus ropas no sepan que las has condenado
a ser un hueco donde ya tu cuerpo
tendrá las dimensiones exactas de la ausencia.
Que no sepan tus cosas
que no las necesitas (aunque tardes
demasiado en volver), que no comprendan

que has estrenado la palabra nunca.
Déjalo todo como si esta noche
no fuera a ser la última. No olvides
dejar un libro abierto en cualquier página.
Y deja en los cajones, bien guardado,
lo que no has de llevarte: el limpio aroma
del membrillo, algún verso, aquellos oros
maternales del trigo, y tantos nombres
sin tachar en tu agenda, tantas voces
que aún mañana seguirán llamándote.
Y en un estuche guarda
tu voz, guarda tu aliento
con la última palabra que pronuncies.http://www.blogger.com/img/blank.gif
Y deja tu ventana bien abierta
para que así mañana la luz te reconozca,
aunque ya sólo seas
un cuerpo roto, un cuerpo sin memoria y con frío;
para que así mañana (si amanece)
siga entrando por ella –aunque tú no lo oigastodo
ese ruido extraño
y ajeno de la vida.

https://www.unicaja.es/resources/1181287586319.pdf
Autor: PEDRO ANTONIO CONZÁLEZ MORENO

jueves, 25 de agosto de 2011

Mariposa se dice 'borboleta'

VIAJE DE AUTOR
Mariposa se dice 'borboleta'

Lisboa atrapa, entre otras muchas cosas, por la coherencia estética y la delicadeza del idioma

BERTA VÍAS MAHOU - 20/08/2011


http://elviajero.elpais.com/articulo/viajes/Mariposa/dice/borboleta/elpviavia/20110820elpviavje_5/Tes
"Cualquier calle decrépita en cualquier lugar del mundo siempre me parece una calle de Lisboa, la ciudad que tú serías si alguna vez fueras ciudad". La viajera guarda la carta y desde el mirador de Dom Pedro contempla la ciudad a sus pies. Le han dicho que ahí vive el demonio. Por eso ha venido. Porque Lisboa debe de ser un buen lugar para vivir. Imposible conocer bien esa ciudad infinita. Las miles de casas, casitas y casuchas saludan con sus colores y hablan en voz baja, mientras el sol parpadea en los azulejos. Las aceras parecen de escamas de nácar y brillan cuando llueve. Al ir a cruzar una calle, la viajera, nostálgica ensimismada, se da un golpe con el cajetín de un semáforo. Oye una risa a sus espaldas y se vuelve. "¡Isso por seres alta!", murmura un hombre, un diablillo, aunque ella no mide más que un metro sesenta y ocho. Para recuperarse, busca un sitio en el que tomar un licor de ginja a la sombra de unos ficus. Un mercadillo bordea la plaza del Príncipe Real. Hay ropa, antigüedades. Y frutas, verduras y flores, compitiendo entre sí. Y panes negros, de aceituna. Fortalecida, sigue adelante. Y al cabo ve un jardín con árboles del amor o algarrobos locos, flores en forma de trompeta y palmeras gordas y delgaduchas, melena al viento. Y al fondo, la silueta blanca y espigada de la basílica da Estrela.





Palomas que zurean

Los bordes de los caminos del jardín son como las aceras de la ciudad, en miniatura. Hay ancianos, patos, cisnes. Y palomas que zurean sin parar. Parece que lo hicieran en portugués, un idioma en el que todo suena a juego. Las mariposas son borboletas. Las galletas, bolachas. Portugal es un país hospitalario. Es fácil entenderse con su gente. Entre mimosas, un pequeño edificio llama la atención. Una guardería. Santa Casa, lee la viajera. Y es como si hubiera puesto el pie en Angola. Y piensa en los muchos niños que han perdido piernas y brazos. Aquí unos cuantos, rodeados de plantas, de árboles y pájaros, se zurran, lloriquean, corren. Los niños siempre parecen inteligentísimos, tal vez porque tienen la cabeza gorda, como la mayoría de los muñecos, hechos a su imagen y semejanza. Una niña se acerca hasta la alambrada y saca una mano para ofrecer un regalito. Una aguja de pino seca. "¿Es para mí?". La niña asiente y la viajera lo coge, pero percibe un rictus en su carita y devuelve la aguja. La niña le ofrece otra. "¿Es para mí?". Esta vez la criatura dice que no. Los niños en una pajarera parecen seres de otro mundo.

El cielo se ha puesto del color del plomo y la viajera decide refugiarse en el Museo de Arte Antiguo, que guarda el tríptico de las tentaciones de san Antonio. La inconsciencia humana por El Bosco. Aquí hasta los diablos sonríen, piensa. Todo le sorprende, y eso la hace feliz. Pero el museo es enorme, y vuelve a la calle. Quiere un demonio de verdad. Sin cara de simio, pies de cerdo o vientre de rana.

Mejor no consultar las guías. Dejarse llevar por el instinto. Como un perro sin amo. Cuando tiene hambre, la viajera olisquea a su alrededor. Y en cuanto huele a frango al churrasco, trota hacia la ventanilla por la que véndese ese pollo espatarrado en una parrilla al que siempre acompaña un poco de lechuga y cebolla. Aquí los camareros no necesitan hablar, lo dicen todo con los ojos. Al salir, contenta por haber comido tan bien y por poco dinero, la viajera choca con un chino. "I'm single" (soy soltero), murmura él con una sonrisa en cuarto creciente. Y el cielo se abre. Pero ella busca al demonio, no un virtuoso de la oferta matrimonial. Sigue adelante y piensa que lo mismo podría ser un viajero. Tal vez por la sensación de libertad que da caminar sin rumbo fijo. O porque todo le da igual. Que sea invierno o verano, de noche o de día. Que salga el sol o que llueva. Y porque hasta lo más feo le resulta hermoso. Sube por la Calçada das Necessidades y ve una plaza cubierta de flores, entre el revuelo de las vendedoras. Y un reloj de arena con alas de murciélago sobre un muro. El cementerio dos Prazeres.
El Tajo, como un espejo

Entra y se da un largo paseo entre las tumbas y los cipreses, viendo el Tajo y los barcos que surcan el agua, que desde ahí parece un espejo impoluto. También aquí las aceras son como las de la ciudad. Lisboa tiene aún la coherencia estética de las ciudades antiguas. Pocas en Europa pueden decir lo mismo.

En una calle lateral hay una funeraria. Y un enjambre de mujeres eligiendo rosarios. La viajera señala el ataúd que le ha atraído desde el escaparate. De color marrón, tiene llave, guirnaldas grabadas y un Cristo de juguete. Pide que se lo envuelvan y empieza a bajar las cuestas con su botín al hombro. Son ataúdes pequeños, para guardar las cenizas en los nichos. El papel va tomando la forma de lo que esconde y ella cae en la cuenta de que quizá no la dejen entrar en el York House, ese hotel que parece un gato durmiendo acurrucado en la Rua das Janelas Verdes, nombre que invita a una siesta formidable, como la que aquí parece echar hasta la vegetación, que desborda por encima del muro de color rojo. Tal vez tampoco la dejen quedarse en ningún otro hotel ni hostal del mundo. Tendrá que dormir en una Casa da Misericórdia. O delante de una tienda. Armani, Vuitton, Loewe. En la avenida da Liberdade hay donde elegir. Basta un pequeño rincón. Con un tejadillo para no amanecer empapado. Y sueña que no podrá volver. Que se quedará ahí para siempre, leyendo y releyendo el mismo libro, enamorada del demonio. Con una sonrisa oriental. La de un paseante suizo, maestro de bandidos y bandoleros inocentes. Lisboa, la ciudad que yo sería si alguna vez fuera ciudad, recuerda. Es lo más hermoso que me han dicho nunca.

» Berta Vías Mahou es autora de la novela Venían a buscarlo a él (Acantilado, 2010).

domingo, 27 de febrero de 2011

La especulación CARLOS CANO


Y así s'explica Manué esto la'speculación

comprando mu baratico

vendiendo carico pagando tú y yo.

Y así s'explica el porqué

y hay que echarse a temblar:

que suba la gasolina l'aceite d'oliva la chicha y el pan.

Se juntan cuatro granujas y a tos nos estrujan

al multiplicar los duros por las pesetas

y hazte la puñeta con lo que te dan.

Estribillo ¡Ay cómo me voy a callar!

¡Cómo no me voy a creer qu'el que no cambia deprisa tenga en Suiza mucho parné!

Y así s'explica el porqué haiga tantico follón:

qu'el que no grita no mama no se va a la cama con su biberón.

Pos la mejor solución es la justicia social

habiendo tierra y salero el control obrero pare usted d'hablar.

La vida leyendo Hola pasa en Fuengirola

el pavo real de Jolivú las estrellas vienen a Marbella a juerguetear.

http://www.youtube.com/watch?v=NpbhY6S61-U&feature=related

LA MURGA DE LOS CURRELANTES (Carlos Cano)

Ay Señor la que armaron
la que liaron con la salía
de la masonería y la subversión
la pelota, los toros, la lotería
y las quinielas, el Sevilla,
las letras, el televisor

Do you speak english?
el turismo sofrito renta a los alemanes
como en Palomares
vaya por Dios¡
y ahora con el destape
de teta y Rota
los camuflajes
las serpientes con traje
de santurrón

Y es que la dentadura
ya no es tan dura
falta huesura
y llega la rotura
y el personal que ha sentao en tiquela
como se jala, de carca a carca
mientras cuece la jama
suelta el cantar

María, coge las riendas de la Autonomía
Marcelo, que los paraos quieren currelo
Manuel, con el cacique que vas a hacer
pues le vamos a dar con el
tra, traca, tra, pido para, chinpón
y a currelar, para pa para pa para pa pa pa

Esto es la murga de los currelantes
que al respetable buenamente va a explicar
el mecanismo tira palante
de la manera más bonita, popular
sacame el paro y haiga trabajo
escuela gratis, medicina y hospital
pan y alegría nunca nos falten
que vuelvan pronto los emigrantes
haiga cultura y prosperidad

Maroto, siembra la tierra que no es un coco
Falote, que ya esta bien de chupar del bote
Ramón, hay que acabar con tanto bribón
pues le vamos a dar con el
tra, traca, tra, pido para, chinpón
y a currelar, para pa para pa para pa pa pa

Esto es la murga de los currelantes
que al respetable buenamente va a explicar
el mecanismo tira palante
de la manera más bonita, popular
sacame el paro y haiga trabajo
escuela gratis, medicina y hospital
pan y alegría nunca nos falten
que vuelvan pronto los emigrantes
haiga cultura y prosperidad.

jueves, 24 de febrero de 2011

LABORDETA

Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.

Hemos
perdido compañeros
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.

Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar

tiempos
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.

Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.

Hemos
perdido nuestra historia
canciones y caminos
en duro batallar.

Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andar

tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.

Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.

Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.

Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar

tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.

Somos
como esos viejos árboles.

http://canciondeautorenespanol.blogspot.com/

martes, 25 de enero de 2011


Samui
kumo ga isogu


Hace frío…
¡Qué prisa se dan
las nubes!



http://haiku.osvid.org/

sábado, 22 de enero de 2011

lunes, 17 de enero de 2011

FRAGMENTO LITERARIO: NOTAS EN UN DIARIO Un detective privado


http://www.elpais.com/articulo/portada/detective/privado/elpepuculbab/20110115elpbabpor_65/Tes?print=1

RICARDO PIGLIA 15/01/2011

El argentino Ricardo Piglia, uno de los escritores más prestigiosos del panorama actual, empieza una colaboración mensual en Babelia con fragmentos de sus míticos diarios. Páginas hasta ahora inéditas que recogen encuentros luminosos, reflexiones y experiencias. Profesor en la Universidad de Princeton, es autor de Plata quemada y Blanco nocturno

Lunes

Paso la noche internado en el Hospital de Princeton. Mientras espero el diagnóstico, sentado en la sala de guardia, veo entrar a un hombre que apenas puede moverse. Alto, ojos claros, saco negro de corderoy, camisa blanca, corbata pajarita. Le piden los datos pero él vacila, está muy desorientado, dice que no puede firmar. Es un ex alcohólico que ha tenido una recaída; pasó dos días deambulando por los bares de Trenton. Antes de derivarlo a la clínica de rehabilitación tienen que desintoxicarlo. Al rato llega su hijo, va al mostrador, completa unos formularios. El hombre al principio no lo reconoce pero por fin se levanta, le apoya a su hijo la mano en el hombro y le habla en voz baja desde muy cerca. El muchacho lo escucha como si estuviera ofendido. En la dispersión de los lenguajes típico de estos lugares, un enfermero puertorriqueño le explica a un camillero negro que el hombre ha perdido sus anteojos y no puede ver. "The old man has lost his espejuelos", dice "and he can't see anything". La extraviada palabra española brilla como una luz en la noche.

Miércoles

Me dijo que había estado preso por estafa y me contó que su padre era vareador en el Hipódromo y que había tenido mala suerte en las carreras. A los dos días apareció de nuevo y volvió a presentarse como si nunca me hubiera visto. Sufre una imperfección indefinida que le afecta el sentido de realidad. Está perdido en un movimiento continuo que lo obliga a pensar para detener la confusión. Pensar no es recordar, se puede pensar aunque se haya perdido la memoria. (Lo vengo sabiendo por mí desde hace años: sólo recuerdo lo que está escrito en el Diario). Sin embargo, no olvida el lenguaje. Lo que necesita saber lo encuentra en la web. El conocimiento ya no pertenece a su vida. Un nuevo tipo de novela sería entonces posible, "Necesitamos un lenguaje para nuestra ignorancia", decía Gombrowicz. Ese podría ser el epígrafe.

Domingo

Por fin conozco a un detective privado. Ralph Anderson, Ace Agency. Kathy lo contrató para encontrar a su madre que la abandonó cuando tenía seis años. Ralph la localizó en Atlanta, Georgia. Se había cambiado el nombre, vivía en el centro de la ciudad, trabajaba en una revista de modas. Kathy no se animó a ir a ver a su madre, pero se hizo amiga del detective. Muchos de sus clientes buscan a sus parientes perdidos y luego no se deciden a encontrarlos. Ralph vive en un departamento cerca de Washington Square. Abajo, al entrar en el edificio, control en la puerta, detector de metales, cámaras. Ralph nos está esperando al salir del ascensor. Debe tener treinta años, anteojos oscuros, cara de zorro. Vive en un ambiente de techos altos, casi vacío, con ventanales sobre la ciudad. Tiene cuatro computadoras puestas en círculo sobre un amplio escritorio, siempre encendidas, con archivos abiertos y varios sites activados. "Ya no hace falta salir a la calle", dice. "Lo que se busca, está ahí". Fuma un joint tras otro, toma ginger ale, vive solo. Investiga la muerte de tres soldados negros de un batallón de infantería apostado en Irak, con mayoría de oficiales y suboficiales texanos. Una agrupación de familiares de soldados afroamericanos lo ha contratado para investigar. Está seguro de que han sido asesinados. Si lo logra probar, irán a tribunales. Nos muestra las fotos de los jóvenes soldados, los tres miran la cámara de frente, sin sonreír. Luego, vamos a cenar a un restaurant chino.

Jueves

Curiosamente nadie parece haber reparado en que no fue T. W. Adorno el primero en establecer una relación entre el futuro de la literatura y los campos de exterminio nazis. En 1948 Brecht, en sus Conversaciones con los jóvenes intelectuales, ya había planteado el problema. "Los acontecimientos en Auschwitz, en el ghetto de Varsovia y en Buchenwald no admiten indudablemente descripción alguna en forma literaria. En efecto, la literatura no está preparada para semejantes acontecimientos, no ha desarrollado medio alguno para ellos". Luego Adorno se refirió al mismo asunto en su ensayo de 1955 La crítica de la cultura y la sociedad, donde escribe con su habitual tono admonitorio: "La crítica cultural se encuentra frente al último escalón de la dialéctica entre cultura y barbarie: después de lo que pasó en el campo de Auschwitz es un hecho de barbarie escribir un poema, y este hecho corroe incluso el conocimiento que señala por qué se ha hecho hoy imposible escribir poesía". Brecht no acepta por supuesto esa condena de la poesía, sólo se refiere a las dificultades técnicas que plantean las relaciones entre historia y literatura. Unos años antes, en su Diario de trabajo, el 16 de septiembre de 1940, había escrito: "Sería increíblemente difícil expresar el estado de ánimo con que sigo la batalla de Inglaterra en la radio y con que luego me pongo a escribir Puntila. Este fenómeno demuestra por qué no se detiene la producción literaria, a pesar de guerras como ésta. Puntila casi no significa nada para mí, la guerra lo significa todo; sobre Puntila puedo escribir casi cualquier cosa, sobre la guerra nada. Y no quiero decir que no escribir, sino que realmente . Es interesante observar cómo la literatura, en tanto práctica, está alejada de los centros en los que se desarrollan los acontecimientos de los cuales depende todo". La tesis de Adorno encontró rápida difusión entre los críticos culturales siempre dispuestos a aceptar la metafísica del silencio y los límites del lenguaje. Brecht en cambio, con astucia y sin ilusiones, siguiendo la experiencia de los perseguidos y de los malvivientes, nunca se preguntó si era lícito lo que estaba haciendo, sólo le interesaba saber si era posible.

Lunes

Ante la proliferación de libros encontrados entre los papeles -en los archivos de la computadora- de famosos autores muertos (Bolaño, Cabrera Infante, Nabokov, etcétera) un grupo de escritores ha decidido ganarse la vida escribiendo novelas póstumas. Luego de varias reuniones decidieron escribir la novela póstuma de Samuel Beckett, Morán, una continuación de la trilogía. Junto con el manuscrito deben inventar la forma en que el libro ha sido encontrado. Beckett le llevó la novela a su psicoanalista Winnicott quien le aconsejó que no la publicara. Aliviado, Beckett bajó precipitadamente las escaleras y olvidó el manuscrito. Años después, un joven investigador de la Universidad de California en Irving descubrió la novela en el archivo no clasificado de Winnicott. Negocian directamente con los herederos y, luego de acordar el anticipo, entregan el libro, etcétera.

Sábado

Todos los días veo al viejo que sale de la casa y camina despacio por la nieve hasta el borde de la laguna. La bruma de su respiración es como una niebla en el aire transparente. Hemos conversado varias veces al cruzarnos en el camino de entrada, ha enseñado física aquí en Princeton en los años cincuenta y ahora está retirado, vive solo, su mujer murió el año pasado, no tiene hijos, se llama Karl Unger y es un exiliado alemán. Cuando llegan los patos salvajes se oye primero un ruido tenue, como si alguien sacudiera en el cielo una tela mojada. Casi inmediatamente se empiezan a oír los graznidos y se los ve venir volando en fila india y después formando una V sobre el fondo del bosque. Dan dos vueltas sobre la laguna hasta que se lanzan hacia el agua congelada y cuando se zambullen patinan con las alas abiertas y el cuello contra el hielo. Vuelven caminando torpemente, resbalan y algunos se quedan quietos con las patas como huesos muertos en la escarcha. Viven en el presente puro y cada mañana se sorprenden al chocar contra el hielo. Han perdido el sentido de la orientación. Buscan las aguas templadas del lago donde tendrían que empezar la migración hacia las tierras cálidas. Cuando veo al viejo profesor salir al jardín y atravesar la nieve y llegar hasta la laguna para alimentar a los patos salvajes que se están muriendo de frío, sé que empieza otro día que será igual al anterior.

martes, 11 de enero de 2011

ÁNGEL GONZÁLEZ

Nadie recuerda un invierno tan frío como este.

Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.

Helado está también mi corazón,
Pero no fue en invierno.
Mi amiga,
Mi dulce amiga,
Aquella que me amaba,
Me dice que ha dejado de quererme.

No recuerdo un invierno tan frío como este.


Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.

Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.

Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.

Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.

Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.

La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.

Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.




Pablo Neruda